MUERTE POR DESHAUCIO
Confieso que escribo con gran dolor y eso no es bueno. Mi cuñado, de 65 años de edad, diabético, está muriendo por desahucio. Mi cuñado fue un trabajador indigne de la empresa LAS LLAVES, devenida en CARGILL. Esta retirado de esa empresa a la cual dedicó sus mejores años. Goza de pensión y presuntamente con derecho a atención medica de salud en el Seguro Social; pero, no goza de un estado que lo respalde en su sufrimiento. Es un electricista de primera, bien entrenado y calificado. Tiene una esposa muy mayor (72) también pensionada la cual cuida a su madre muy anciana y enferma, y tienen una sola hija, quien está embarazada con una gestación de riesgo y con dolores, condición que le impide dedicarse al cuido de su padre, además de no estarle permitido entrar al hospital a visitarlo. Su ginecólogo le ha indicado que no puede estar saliendo, a un mes de dar a luz, además de no contar con recursos económicos propios, ella tiene una sola hija. Su esposo no está trabajando. Esos son a grandes rasgos los detalles de la vida de mi cuñado y la de su grupo familiar. Paso ahora a relatar su pasión y espero no terminar en su muerte.
Como ven, el cuadro es desesperante y patético; aunque no único, en una Venezuela sumida en grave crisis de alimentos, y de medicinas.
Mi cuñado entró al hospital de IVSS “Dr. Molina Sierra” de Puerto Cabello, con un cuadro de desnutrición severa, de depresión profunda y deconocida, e informada al hospital, condicion de diabetico no insulino-dependiente. Tenía unas úlceras en sus antebrazos causada por infección de raspones que se daba al perder equilibrio y chocar contra las paredes de su cuarto, y por rascarse las heridas. Estas estaban infectadas y con gusanos.
Allí comenzó su pasión, debido a los problemas señalados y al hecho de que sus hermanos, todos en la tercera edad, y con más o menos en la misma condición apremiante en lo económico, en su salud y en lo social (mi esposa está con un espolón en su pie izquierdo que la mantiene en casa desde hace dos semanas, sin salir, ya que el edificio no tiene ascensor y vivimos en el décimo piso. Otra hermana vive en el oriente del país. sus hermanos mayores que èl), me he dedicado a visitarlo desde hace 8 días, y llevarle alimentos para solventar las dificultades logísticas del hospital, el cual me ha dado autorización escrita que conservo, para llevarle “Dieta Completa”, asimismo le he pagado algunos exámenes de sangre, porque el hospital no cuenta con laboratorio y la familia no cuenta con dinero.
La única acción médica del hospital ha sido la toma de una vía en su vena y el suministro de hidratación y algún antibiótico, las curas las hacen con anís, para sacarle los gusanos, y el suministro de una dieta muy exigua. El hospital no les suministra ni agua a sus pacientes, porque me dijeron, cuando les pregunté, que “el agua se la deben traer los familiares”. Tampoco cuenta con Insulina Cristalina que es la que le pidieron. Es decir, solo remodelación cosmética, pero no está dotado de los insumos médicos ni el equipamiento para atender a los pacientes. Algunos médicos que le tratan son indolentes, insensibles y maleducados y ya la situación de carencias severas de medicamentos y equipamiento, como de laboratorios para brindar un óptimo acto médico, les ha afectado, al punto que ya tienen un “callo” que les impide sentir empatía y compasión.
Debo decir que el hospital luce bonito, esta remodelado con porcelana y el personal de aseo se ve que lo limpian, cuenta con habitaciones que ya quisiera una clínica privada, con un aire acondicionado nuevo que congela. Los baños tienen agua en la poceta y no tiene agua en el lavamanos. La ducha funciona sólo a primeras horas de la mañana, en un horario limitado y muy corto. Esto y su cuadro de salud dificultan el hacerle el aseo. Vale decir que este hospital se ajusta al dicho popular reconocido coloquialmente que: “el paciente tiene que llevar de todo” “No hay nada”. Esto lo experimenté en el caso de una operación que hubo que hacerle a un familiar, hace meses, en el Hospital “Prince Lara”, donde tuvimos que comprar hasta las suturas especializadas, el Gerdex para limpiar y desinfectar el quirófano y pare Ud. de contar.
Este es el cuadro general de agonía continuada de un paciente que tenga que recibir atención médica en hospitales venezolanos, y la eximia Canciller dice que no ve que exista descontento en la población. Mi cuñado llevaba 10 días de disfrute de este "excelente" servicio de salud de nuestro sistema de salud revolucionario.
Hace unos dos días entró otro paciente a compartir habitación con mi cuñado, paciente quien está sufriendo de cáncer en la ingle, quien fuera operado el año pasado y su herida está abierta e infectada y expulsa hedores. Esta solo, sin familiares, pues vive en San Felipe. Este paciente le prestó su equipo portátil personal, para detección de niveles de azúcar en sangre, a mi cuñado y la muestra de éste ùltimo arrojó resultado de 470 mg (valores normales 80 a 110). Me extrañó que fuera entonces cuando se percataran de la hiperglicemia, cuando les hemos llevado dos exámenes de laboratorio privado “Miguel Arcángel”, el más barato en la ciudad. No lei esos resultados porque los retirpo su esposa y los entregò al hospital. Estan en la historia, la cual no pude leer. Le preguntè al medico que lo curaba si los habia recibido, y ni me mirò. Me brindò su olimpica y educada por cientifica indiferencia.
De inmediato le suprimieron la dieta completa y no pude darle la comida que llevaba. Además de que mi cuñado presentaba un cuadro de violencia, se quería quitar la vía, y por eso lo habían amarrado a su cama. El dia anterior lo habia dejado sin este cuadro de elevacion de glicemia y totalmnente sereno, hablando articuladamente.
Ese mismo día, a pesar de lo detallado, le dieron de alta médica (con hiperglicemia y signos evidentes de inestabilidad síquica, delirando y hablando con la lengua enredada y boca apretada) y me enviaron a hablar con administración para que nos dieran la orden escrita. Al decirles que tendría que elevar el caso de mi cuñado a la fiscalía de los derechos humanos, me contestaron que: “hágalo, este es un país sin ley” y creo que el que me contestó así, tenía razón. No lo hizo con rabia sino con dolor compartido.
La esposa de mi cuñado fue a dirección y planteó que no podía llevárselo en esas condiciones y suspendieron la orden; no obstante, horas después lo enviaron de alta a su casa, donde está agonizando, sin insulina, que no se consigue, y sin atención médica especializada. Está a la buena de Dios.
Doy este testimonio, que espero lea el Dr. Mauricio Bastidas, insigne defensor de los DDHH en la ciudad, para ver si alguna institución se compadece y le facilita la insulina cristalina que requiere, y el estado venezolano se compadece y lo recibe en algún hospital público, donde le brinden la atención que requiere con urgencia. Tengo entendido que los heridos de las marchas son atendidos sin pago de servicios en las clínicas (el estado los asume). Quizás podrían enviar a mi cuñado a una clínica bajo similar modalidad. Mi cuñado vive en la Calle Carabobo (cruce con Calle Miranda), número 12-92. Allí esta con su esposa de 72 años y su suegra, una anciana mayor que ellos. Si no lo atienden médicamente, a tiempo, con toda seguridad morirá en las próximas horas.
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