RECIPROCIDAD
Interesante
el escrito el que refleja la actitud de supuesta echonería que los
emigrantes venezolanos estarían adoptando al llegar lo países a donde emigran,
y por lo cual estarían siendo rechazados.
Me pregunto ¿y la acogida que Venezuela le
dio y sigue dando a cuanto bicho con uñas llegó y sigue llegando a nuestro
país? Aquí fueron recibidos y formaron sus familias y se incorporaron a
nuestra bondadosa e ingenua sociedad, que no es xenofóbica, y donde levantaron
fortunas con su trabajo. Los inmigrantes selectivos que trajo Pérez Jiménez se
mezclaron con el criollo, y hoy son más venezolanos que la arepa.
Sus países de origen tienen deuda de gratitud y reciprocidad.
Entiendo y acepto que los emigrantes venezolanos deben respetar y tratar de incorporarse a la cultura del país que los recibe, y no que la nueva cultura se adapte a ellos; pero, igualmente esos países deben mostrar sentimiento humanitario solidario para con los ciudadanos de los países que, en su hora, acogieron a sus ancestros y que una vez que pase esto que vivimos, volverán para hacer dinero y gozar de esta "manguangua" que aquí dejaron.
He vivido 2 años en Inglaterra, 5 en USA, uno en España y algunos meses en Alemania, como semanas en otros. Conozco unos 40 países. Gracias a Dios en posición ganadora, no de emigrante. Me ha molestado escuchar epítetos discriminatorios y denigrantes, como el de "sudaca", que si se refirieran al sudor de la frente laboriosa estarían bien; pero que, se sabemos se refieren al despectivo de suramericano.
Cuando sus ancestros llegaron a nuestro país, por allá por los años 50 del siglo pasado, comían sándwiches y Pepsi colas o espaguetis y pan y más nada y trabajaron de sol a sol en un país cuyas leyes eran fáciles de incumplir o de estirar y acumularon riquezas. Por lo demás, la mezcla del fenotipo que llegó con ellos, se unió a la del aborigen para producir las bellezas que hoy nos distinguen en el mundo. Estamos conscientes de que al calor de compartir labores, nos transfirieron los “Know how” tecnológicos de sus artesanías agrícolas e industriales que dominaban desde milenios de cultura europea; pero, nosotros les abrimos los brazos y la transferencia se hizo posible en ese cálido malange de culturas y tradiciones compartidas.
Es justo que hoy ellos nos los abran. Por lo demás, esas llamadas echonerías que les molesta, no son más que mecanismos de defensa contra la discriminación y la injusticia. No fueron menos las de sus ancestros y peor las de quienes hoy, en segundas y terceras generaciones, las mantienen debido a la riqueza que acumularon y les elevaron su status de paisanos rurales de las cuales provenían.
Los norteamericanos, por ejemplo, no deberían hablar de extranjeros porque todos lo son en una tierra en la que diezmaron sin piedad a los indígenas que habitaban las praderas del oeste, cuyas riquezas les atraían y de las cuales les despojaron. Similar fenómeno se dio en toda la América. No es para seguir sangrando por venas abiertas, sino que es la pura realidad.
Una manera de borrar la impronta de
resentimientos genuinos sembrados en el
ADN cultural de los pueblos de América es hacer hoy un tanto igual de recibir a
los nietos de esos aborígenes y de los ciudadanos de los años 50 antes mencionados,
y brindarles oportunidades, como una vez sus ancestros fueron recibidos en
nuestras tierras. Eso es lo mínimo que pedimos, y sería un tanto igual de
ingratitud, como si nosotros no les devolviéramos el gesto a los haitianos y a
los curazoleños de apoyarlos en sus afanes de desarrollo, cuando Petiòn y Brión
nos apoyaron a nosotros en nuestras luchas de independencia.
Gracioso recordar la zarzuela LOS GAVILANES o canciones napolitanas como Santa Lucía Luntana o Torna Surrento para descifrar ese sentimiento de nostalgia y saudade por la tierra de nacencia. Los europeos fueron extranjeros en nuestra casa y hoy lo somos nosotros en la de ellos; pero, nuestros hijos son mezcla de ambos y merecen una mejor vida en cualquier país donde lleguen. Esta es mi opinión
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