MORAL
COMBATIVA
Las guerras se ganan o se
pierden dependiendo de la moral y disciplina, así como del adiestramiento de
combate de los soldados y con el para nada soslayable respaldo moral de su pueblo.
EUA tuvo una gran
resistencia en su pueblo a la guerra de Vietnam, figuras como Cassius Clay se
opusieron a ella con razones de peso, razones similares que se esgrimieron y no
fueron atendidas cuando George W. Bush ordenó invadir Irak sobre la base de una
mentira, lo que transformó su acción en un delito de lesa humanidad. Sin
esperar resolución de las Naciones Unidas emprendió una cruzada moderna contra
el Islam, cuando no estaba seguro del autor de los ataques a las torres gemelas
y cuando él mismo era uno de los sospechosos ante la opinión mundial y no de pocos
de sus conciudadanos, quienes hasta han publicado videos donde demuestran sus
reservas y dudas acerca de su participación en esa matanza.
La asimetría en poderes combatientes
se supera mediante tecnología y maniobras tácticas y con una buena estrategia;
caso por ejemplo de los ejércitos que tienen una inferioridad numérica en el
teatro de operaciones y diseñan, construyen y usan, medios tecnológicos como EL
Sistema de Lanzacohetes Múltiples de Artillería LAR-160, en el pasado con el
elefante y - en cualquier tiempo -
con cualquier otro medio. En cuanto a la maniobra, tenemos la famosa Falange
Tebana, para la disrupción del frente de batalla del enemigo y el empleo de la caballería
para enganchar y desordenar la línea de frente y rodear al enemigo. El Orden Oblicuo de
Federico de Prusia es otro ejemplo. El caso es que, en lo moral, en aquel ejército
que tenga razones genuinas para defenderse de la agresión, sus soldados cuentan
con mayor respaldo y convicción moral que el que se sabe invasor o va a la
guerra sin suficientes justificaciones.
No en pocos casos tales
invasores han tenido que morder el polvo; no porque hayan perdido estrictamente
en lo militar, porque habrán causado mayor cantidad de muertos, pudiendo ser cientos
de miles; pero, solamente con que sean mil o cinco mil muertos propios, los que
regresan en bolsas negras a su territorio, son suficientes para moldear la opinión publica del pueblo que no respaldó
originalmente esa guerra. Sus soldados se desmoralizan y vimos en esos casos,
que hasta mujeres con explosivos en sus sombreros, púas de bambú con estiércol escondidas
en el terreno, hojillas en sus partes íntimas, y empleo de drogas para
seducirlos, les causaban bajas y los desorganizaban.
Cuando un Galtieri, sabedor de que estaba en desventaja en la encuestas, utilizó al nacionalismo y el patrioterismo para inflamar la voluntad de lucha de sus imberbes como valientes soldados, y emprendió una causa – siempre genuina pero mal planificada - con suposiciones sin respaldo de planes alternos, no contó con que los soldados profesionales, ingleses, maduros, expertos y bien equipados, acabarían en un instante con sus tropas deficientemente equipadas y entrenadas. No obstante, es cierto, hubo acciones heroicas de parte de todos esos valerosos argentinos, como fueran las de los pilotos de los A4, quienes volando a ras de las olas, hundieron un buque del imperio inglés; sin embargo, éste les hundió al Belgrano, el que no estaba estrictamente dentro de la zona de exclusión naval (ya había salido). Desconociendo los consejos de Belaunde Terry, Galtieri seguía obstinado, y la corona inglesa y el orgullo desmedido de la Margaret Thatcher no iban a permitir que la pérdida de un buque insignia de su flota quedara incólume; porque, estaba su pueblo al cual responderle. Y ordenó, esa misma tarde de los intentos de pacificación de Belaunde, que hundieran al Belgrano, donde murieron 323 heroicos tripulantes. (Ver http://www.larepublica.pe/26-02-2012/el-peru-y-las-malvinas)
Por eso, las decisiones de ordenar una guerra son muy delicadas y deben tomarse en frío, mediante una buena y profesional planificación de guerra y el consecuente y adecuado adiestramiento y equipamiento de los hombres para ello, no en arrebato de euforia, sino desde hace mucho tiempo. No basta con aumentar los soldados milicianos para emprender una lucha de resistencia a largo plazo. Es cierto que hubo pueblos que aguantaron comiendo ratas, y los cueros de sus zapatos, ante sitios como el de Numancia, el cual duró 15 meses y muchos años de guerra; pero, una nación debe estar preparada mediante una economía de guerra, para sostener un esfuerzo bélico continuado, en asimetría, durante tanto tiempo, en especial con las rutas marítimas negadas por el enemigo, con una economía en el suelo y sin capacidad de importar porque no se cuenta ni con los dólares ni con la industria para compensar esta deficiencia, ya una vulnerabilidad, y previendo enfrentar hoy día, al enemigo con el mayor desarrollo tecnológico militar y civil del mundo y con superioridad en todos los órdenes del análisis de poder relativo de combate.
Es una locura inmolar a un
pueblo, en especial cuando más de la mitad de él no comparte las razones, 80%
de los venezolanos no apoyan a este régimen y la opinión pública nacional y
mundial ha sido inundada de los casos de violaciones a los DDHH, la asociación con
el narcotráfico, y con la corrupción galopante de sus dirigentes, ello no sólo debilita
la moral combativa y la decisión de ir a una guerra de inmolación, sino que no encuentra
el respaldo moral de su pueblo.
Otro fue el caso cuando el
único gigante de América salió de una Venezuela
liberada por su espada, a liberar a otras 5 naciones, con un pueblo sin camisa
y a pies descalzos. Hoy se llega a la
insensatez y el ridículo de comparar a Bolívar en desventaja con el difunto. ¡Por
favor!!
Bolívar se enfrentó en asimetría
a las poderosas fuerzas expedicionarias y al ejército regular español, establecido
en la colonia durante siglos y lo venció en no pocas batallas, como en las
finales que le dieron la libertad a 6 países, batallas donde se enfrentaba el
pudor y la dignidad de un pueblo deseoso de libertad contra la opresión. Hoy día,
es la opresión la que trata de soliviantar el ánimo del pueblo oprimido y
violado por ella, y éste no le reacciona, ni le reaccionará; porque, en su interior
no entiende que la amenaza es a la nación sino a un grupo de ciudadanos que han
traicionado la constitución y leyes y a la patria de Bolívar al que se le
mezquina su legado y gloria inmarcesible.
Esta es mi verdad. Estoy
viejo y enfermo, próximo a los 70, pero todavía dispuesto a salir a defender a
mi país, porque ese fue mi juramento y no me dejo vencer por el miedo, así como
muchas veces lo vencí cuando en desventaja salí en un avión venezolano a
cumplir mi deber, como fuera el caso de la incursión de la corbeta colombiana Caldas
a nuestro Golfo de Venezuela, aun conociendo que en el área del objetivo había Mirages
colombianos y a que despegaba a las 12 pm. con una tormenta eléctrica.
Igualmente, nunca me dejé vencer por el temor, cuando salí a recoger un herido
en La Isla de La Orchila, de noche, sin balizaje ni luces de ninguna índole en
el aeropuerto de salida y, peor aún, en el de aterrizaje y cumplimos la misión.
Pero, en esos días me inspiraba la fuerza de la razón moral de que hacia lo
correcto.
Hoy día, dudaría de
entregar mi vida, no para el provecho de mi nación, sino el de un proyecto que privilegia sus intereses por
sobre los de su pueblo. Más demostración que lo que hicieron en Guyana no
existe. Por privilegiar los intereses comunistas de su proyecto, destruyeron décadas
de posiciones firmes contra Guyana, sólo para congraciarse con el CARICOM y
cooptar 14 votos, no para beneficiar a la patria, sino a su revolución.
Ciertamente...es la fuerza de la moral, la que nos impulsaba a arriesgar nuestra propia vida...felicitaciones querido amigo.
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