Un lobby (del inglés “vestíbulo”, “salón de espera” o antesala), en español, grupo de cabildeo o grupo
de presión, es una persona o colectivo
con intereses comunes la cual realiza acciones dirigidas a influir ante la Administración Pública para
promover decisiones favorables a los intereses de ese sector concreto de la
sociedad.
Ya en
1830 la palabra lobby designaba los pasillos de la Cámara de los Comunes británica
donde los grupos de presión podían venir a discutir con los miembros del Parlamento. El origen más filológico del término lobby como
se usa hoy, se debería a que, durante la Guerra de Secesión estadounidense, el general Grant, después del incendio de la Casa Blanca, se instaló en el bajo lobby de un hotel, que pronto se llenó de
cabilderos.
En
principio, la actividad del lobby (denominada en inglés Government Relations o GR) es legal, y lleva ante
el poder político las opiniones e intereses de los implicados en las decisiones
de los poderes públicos y, en los últimos
años se han hecho avances en su regulación, lo que para muchos autores implica contribuir a su transparencia
y normalización.
En español se ha usado la palabra cabildear (inglés to lobby) para describir la
actividad de los lobbies. El
cabildeo de los lobbies tiene una amplia tradición en Estados
Unidos, donde su práctica ha sido entendida como una colaboración necesaria
entre la sociedad y los poderes públicos para el ejercicio eficaz de la
política. Se atribuye al presidente Kennedy la frase:
“Los lobistas me hacen entender un problema en 10 minutos, mientras que
mis colaboradores tardan tres días”
Como podemos apreciar, un lobista está dispuesto a calarse las
antesalas y a desenvolverse en ese ambiente como pez en el agua para negociar informalmente
con las partes de un conflicto, en representación de los intereses de la parte
que le contrata; para que ésta última pueda llegar a la discusión formal con
cierto grado de certidumbre o de haberse resuelto las trabas iniciales para
poder, eventualmente, obtener una votación favorable en el parlamento, congreso
o asamblea nacional.
De tal manera que, satanizar a los lobistas es necio y demuestra
no conocer la realidad de la praxis política o el “Real Politik” que es hoy día
normalmente aceptado por todos los países. Los lobistas son asesores y
consultores bien calificados, quienes tienen “contactos” o manejan los
hilos de la “corte” y pueden llegarle a muchos a quienes de manera oficial
no es posible llegarles. Por supuesto, los lobistas cobran por sus gestiones,
las que en Venezuela pudieran considerarse tráfico de influencias.
En Venezuela son famosas las célebres tarjeticas o papelitos que
se le hacen llegar a los políticos, y en el AD de otrora el lobby más seguro
era llegarle al negro Encarnación Ribas, emblemático portero del Comité Central
del partido (CEN) y amigo personal de todos los viejos altos dirigentes. Lo que
no lograba Encarnación no lo lograba nadie.
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