TARDE DE TOROS
Leo este post y veo la foto de los anaqueles del supermercado San Diego de Puerto Cabello totalmente vacíos y no lo creo. Pienso que es un montaje para perjudicar (¿más?) a este régimen y salgo a cumplir órdenes de mi capitana y cumpleañera quien me envía comprar agua purificada, es que no quiere quedarse sin agua para esta noche (dice que es imposible comer torta y canapés sin agua). Tomo mi carro y su carrito de mercado, le meto un garrafón de 20 litros y otro bajo mis otrora poderosos brazos y salgo a la calle. Me detiene una llamada, me debo devolver a esperar a mi nieta Nicole, a quien Susana Escalona devuelve de la guardería, porque no hay luz. Llego a la purificadora (la que ya subió de Bs.100 a Bs. 130 el botellón) y encuentro un letrero que anuncia “NO HAY AGUA”
Regreso a casa y mi capitana me ordena buscar a pie en los alrededores y lo hago no sin antes chistar infructuosamente. Me percato que ya están bachaqueando con el agua y entiendo porquè es que no les alcanza el eagua a la purificadora, la cual de paso es la mejor agua del área. Es una planatq que filtra por osmosis inversa y luego aplica ozono y el agua sale potable, de allì su creciente popularidad. Es decir, se la compran a ellos a Bs 130 y la revenden a Bs 240. ¡Una guará!.
En la licorería de mi planta baja no hay. En la fruterìa CHARIS tampoco y averiguo su precio y me dicen que cuesta Bs.220, en licorerìa BEIRAMAR 240 y no hay. Por fortuna encuentro el último garrafón (doblado) en el BODEGÓN, y a Bs. 200 bolos. Como ese último botellón está doblado, el joven me colabora, como dicen los hermanos paisas, y me transvasa el agua límpida (espero) de su botellón destartalado y con tapa deficiente goteando, al mío.
Como ven, la tormenta perfecta, no había luz, no había agua, no hay alimentos en los súper, no hay nà de nà, como diría un cubano; pero, sí mucha patria.
Regreso a casa y para remate debo subir el garrafón por la escalera, porque mi ascensor está dañado, termino mi tarde como como toro después de la corrida; pero, eso sí, comí torta y pasapalitos y (tenía razón mi patrona) canté el cumpleaños feliz sin atarugarme.
Toda una aventura lo que debia ser rutina.
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