miércoles, 24 de febrero de 2016

IDO DE LA GOMA

Un personaje de cuyo nombre no quisiera acordarme y menos pronunciarlo gustaba de asociar todo con el béisbol, yo prefiero el boxeo; pero eso, admito, es cosa de gustos.

En el béisbol una de las imágenes que uno recuerda de los managers es esa de salir (por segunda vez) al pitching box a pedirle la bola al pitcher cuando éste está “ido de la goma”. Antes, ha sido el cátcher mismo quien se aproxima al pitcher a darle confianza, a tratar de calmarle el nerviosismo y a ver si el lanzador aprovecha la oportunidad para decirle que está cansado, se siente mal,  o algo por el estilo. El caso interesante es que no importa en cual inning está el juego, ni si el lanzador ha venido haciéndolo bien o mal y si aún si se diera el caso que el mismo lanzador no estuviera de acuerdo con ser relevado, su opinión no cuenta, sino la del manager. El manager simplemente le pide la bola, le da la mano y le da su nalgadita de felicitación por el buen servicio prestado y trae al relevista al plato.

El asunto es que en los casos señalados no pudiera decirse que el pitcher ha abandonado sus funciones, pues sigue en el plato, ni dejado de cumplir sus responsabilidades, ni faltado voluntariamente a sus atribuciones y funciones del juego, pues sigue lanzando, él sigue en su puesto capeando el temporal y viendo al bateador cuarto bate blandiendo su 36” Adirondak y a un público gritando: “sáquenlo, cámbienlo, mándenlo a bañar” y quizá pidiendo internamente que lo vengan a relevar. Simplemente basta que el lanzador no de pie con bola y que no encuentre la goma, para atender al pedido del soberano. Eso solamente es suficiente para que la toma de decisiones del manager sea cambiarlo.

En Venezuela estamos con el juego en el noveno perdiéndolo y viene el cuarto bate del adversario.  El manager es el soberano, gritando sus males, sufriendo las angustias y aguantando palo y palo. El cátcher ya ha tratado en vano de hablar con el pitcher para saber de sus intenciones, de cómo se siente y decirle las estrategias posibles ante los bateadores y el lanzador no le para.

Recuerdo hace años, cuando Rafael Caldera II, ocurrió que el anciano presidente prácticamente dejó las riendas del gobierno en manos de sus hijos, uno de ellos apodado en bromas “el pimentón”, y la chispa criolla decía que el periodo Caldera I había sido mejor… ¡porque los hijos estaban pequeños! Un comediante decía que si uno se quedaba mirando fijamente al presidente durante unos 10 minutos… parecía que estaba vivo... y así, la evaluación general era que no había presidente y que íbamos por mal rumbo y peor camino. No podría decirse que el presidente había abandonado el cargo; pero, no estaba gobernando. El peor gobierno se decía que había sido hasta ayer el Caldera II; pero, lo han superado dos veces.

En los finales del periodo revolucionario anterior, el del difunto insepulto, mientras éste se encontraba convaleciente de su tratamiento post operatorio oncológico en Cuba, se nos dijo que gobernaba desde su cama de enfermo, y que hasta conversaba por horas y firmaba documentos y que regresó caminando al Hospimil y hasta una vieja jura que lo vio.  En el paseíllo de su ataúd por Caracas, se dice que en el féretro no estaba su cadáver. En su mausoleo, durante su velorio, se dice que había un muñeco de cera y que Cristina se había percatado y se había ido muy disgustada, y hay quienes aseguran que murió en diciembre anterior. Es decir, todo un CID campeador redivivo y todavía se duda de su causa y fecha-hora de su muerte, toda vez que este país de Ripley es el único donde gobierna un presidente impuesto quien aún no ha producido su partida de nacimiento, y quien relevó a otro quien, como monarca cualquiera, lo nombró como su sucesor y de quien no se tiene su acta de defunción.


EL caso es que el heredero ilegitimo, como incapaz, tiene ya varios innings "ido de la goma", con el juego más que perdido. No picha ni deja pichar.  Henry Ramos Allup ha asomado la idea de evaluar su abandono del cargo y es lo que me ha motivado a pensar en todas estas cosas que transmito; pero, les repito, yo de béisbol sé muy poco.

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