La
Muerte de Calígula
Un amigo abogado me llama y
me pregunta por la situación actual (como
si yo tuviera más información o supiera más que él) y, de rompe, la compara
con la muerte del emperador romano, tercero de la dinastía Julio-Claudia y yo, menos romano y más marino, le digo que, a
mi juicio, se parece más al hundimiento del Bismarck. Mientras el “botitas”, como le decían a Calígula porque
de niño usaba las cáligas o botas de los legionarios, nuestro Calígula, para
nada militar, y su régimen que sí lo es, en poder de múltiples armas las ordena
emplear contra la disidencia a su gobierno, y como el Bismarck tiene un daño
irreparable en la mar, en su timón, y no acierta a corregir el rumbo.
Todavía le quedan las
turbinas y algo de petróleo para quemar y producir vapor, así como cañones; por
lo que, ordena meterle quemadores más gruesos a las calderas y dar velocidad, aunque sea para
dar vueltas, porque no sabe, no quiere o no puede corregir nada, con lo cual no
se aleja del mal, ni de su destino inexorable.
El daño al timón en el
Bismarck fue causado por ataques de aviones torpederos Fairey Swordfish del
portaaviones HMS Ark
Royal. Un torpedo destrozó uno de los timones del
acorazado alemán, lo que imposibilitó que maniobrara. Este torpedo,
que por suerte, más que puntería, le dio en la popa, dañando los sistemas de
gobierno, causó que el timón se quedara virado 12° a babor.
En el caso de nuestro Bismarck, no fue un torpedo ajeno, sino uno que fuera “jorungado” por varios tripulantes
propios, el cual le explotó en su interior y causó, para fortuna de sus
enemigos, avería tan grave o peor que la del buque alemán. Pero, debemos estar
alertas porque los buques aliados no tomaron en cuenta la capacidad de guerra
del buque alemán, se engolosinaron y éste, en sus estertores de muerte, pudo causarles
daños a algunos de ellos.
Uno se pregunta cómo es que
un buque tan grande y bien construido, con tanto poder, fuera hundido por causa
tan fortuita y no encuentra respuesta que no sea atribuible a la constancia y
perseverancia y unión de los aliados, a la fe y a la providencia divina y su
justicia.
Las maniobras de control de averías
del buque alemán fueron las del librito para la época y uno no pudiera imaginarse
que se hubiere ordenado abrir más el boquete o echarle leña al fuego, todo lo
contrario, hicieron todo cuanto pudieron y no se resignaron como los
tripulantes del Titanic, quienes de antemano se dieron cuenta de que el buque se
iría a pique en dos horas, sino que siguieron aplicando lo que la doctrina
naval del momento les indicaba y siguieron luchando (consiguieron arreglar el timón de estribor).
Los buques aliados pensaron que al estar a la deriva no podrían realizar las soluciones
al problema de tiro y se equivocaron algunos, al no prever sus repuestas de
fuego. No obstante, se mantuvieron al acecho, dificultándoles las maniobras y complicándole
al CIC alemán las soluciones, hasta que eventualmente, este fenomenal buque se hundió,
y aun hundiéndose seguía siendo peligroso.
Los aliados dispararon más de 2800 proyectiles contra el Bismarck y
acertaron más de 400; sin embargo, el buque fue encontrado por un
investigador submarino y las teorías concluyen en que no fue hundido por el
enemigo sino por los tripulantes, quienes habrían abierto las válvulas. Vale
decir, cuando se vieron perdidos tomaron la decisión de hundir su nave orgullo
de su flota y país.
Ojalá y éste (o éstos) no hunda al país con su suerte y podamos rescatar
la nave para seguir adelante navegando a nuestro destino.
Una excelente analogia, con respecto a la estupidez gubernamental que ahora mismo arruina el futuro.
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