miércoles, 25 de febrero de 2015

LA FELICIDAD

Aristóteles hace consistir la felicidad en la adquisición de la excelencia (virtud) del carácter y de las facultades intelectivas”

Visto el resumen de la definición aristotélica, debo remitirme a la que le escuchara al economista Francisco Faraco, quien la dio durante una entrevista que le hacían sobre aspectos de la economía, lo que no excluye lo que reza el dicho criollo: “Más sabe el diablo por viejo que por diablo”.  Su concepto fue simple y coloquial: “Vivir sin dolores en el cuerpo y sin mortificaciones en el alma”

A mi juicio, la felicidad se ajusta muy bien a la definición intuitiva o estudiada, de Faraco, doquiera sea la fuente de la que éste haya bebido; sólo que agrego que no es un continuum, sino una sumatoria, más o menos algebraica, de instantes en la vida de una persona, en los que ésta ha sentido que era feliz y en los que no, y que va  depender de un cierto grado de libertad para el control de dichos momentos. Es decir, de lo que la persona es capaz de prever, si fuera el caso, para que los malos momentos no le lleguen o para sortearlos con sabiduría cuando se ve sumergida en ellos, y a aquellos en los cuales, bien sea por imprevisión o falta de madurez, no pudo evitarlos.  De cualquier manera, la felicidad, como la motivación, son cosas internas de cada individuo, no una condición que puede acumularse, como sucede o se da en el caso de los indicadores de valores agregados en la economía y que pudiera atribuirse a toda una población.

Sin dolores en el cuerpo es lo atinente a las enfermedades físicas, pues de las mentales es posible que el enfermo no pueda ni percatarse de si es o no feliz. Aun estando sanos, pudieran hasta persuadirlo de que lo es, cuando las razones objetivas muestren lo contrario. En el caso de enfermedad física, va a depender del umbral de resistencia al dolor y de ciertos factores que hacen que unas personas sean estoicas y otras muy sensibles al sufrimiento y no puedan superarlo.

Con la felicidad ocurre lo que resume el dicho “entre gustos y colores no han escrito los autores”, o sea, la voluntad, actitud e intereses de cada persona le darán connotación de momento feliz a unas cosas y no a otras, asumiendo que no se afecte la lucidez, ni el entendimiento, y dependiendo de su consciencia, de sus valores, de su cultura y de su psiquis o simplemente de su economía. No en balde se dice vulgarmente que “El dinero no da felicidad; pero, calma los nervios” al producir una disminución de factores de riesgo de infelicidad por angustia de supervivencia, aunque pueda producir otros.

Mortificaciones en el alma significa exactamente eso, que la persona haya logrado un equilibrio emocional tal, que las situaciones por las cuales atraviesa no impactan en su espíritu, ni le trastornan su existencia.

Es difícil ser feliz en este momento por el que atravesamos en el país. Un amigo me dice que en ocasiones mis escritos se vuelven melodramáticos y yo le doy la razón y le contesto que, precisamente, la vida es eso, un drama, la cual incluye tragedia y comedia. Nunca había sido tan cierto como hoy en el que acudí a la Academia de Ciencias y Artes Militares y Navales, para ser incorporado como Individuo de Numero, para ocupar el sillón No. 25, y estaba realmente muy orgulloso y feliz, rodeado de mis pares profesionales y aunque, de antemano estoy consciente de mis limitaciones, pues sé que el reto del compromiso es muy alto lo asumo, especialmente cuando sustituyo a un gran colega y amigo fallecido hace ya año y medio, el CN Tomás Antonio Mariño Blanco, QEPD, cuya sabiduría y brillante carrera deja una impronta fulgurante en lo personal e intelectual, la cual sitúa el estándar muy alto para mis limitados talentos, y se convierte en reto a emular. Puedo decir que disfruté mucho de la ceremonia, incluso del apoyo generoso no sólo de quienes me designaron, sino de los familiares del colega, amigo y mentor, quienes estaban presentes apoyándome.  Con el corazón emocionado me dejé acariciar por las emociones de mi momento, llamémosle de felicidad, donde hasta olvidé mis dolores en el cuerpo.

Al legar a casa me encuentro con la imagen de un niño de 16 años tirado en la calle, con la cabeza sangrante destrozada por un disparo durante una manifestación y, allí se rompió mi felicidad. Esa noticia mortificó mi alma,  porque tengo 8 nietos, uno de un poco menos la edad del angelito asesinado, y estudiante también de un liceo. Mi nieto muestra desde ya una clara como inusual consciencia política, auto generada de la lectura de libros (recientemente leyó un novela de casi 500 páginas en 4 días), lee diarios, hace investigaciones a motu propio en google, etc. Cultura y consciencia políticas no impuestas por nosotros, sino derivada de la observación de su ambiente. Realmente me sorprende con sus conocimientos de asuntos profundos de cultura general, y muchas veces superiores a los de niños de su edad y de mayores, incluso adultos. Sus preguntas a veces me dejan perplejo y me fuerzan a documentarme para darles respuestas.

Son las 2 am y no he podido dormir pensando, indignado e impotente porque no puedo hacer nada físicamente y sigo tecleando para desahogar mi frustración y elevar mi voz por encima de la barbarie para exigir una reflexión seria de parte del gobierno y de mis compatriotas, conciudadanos, camaradas o como quiera decirse, para que cambiemos nuestra actitud y, en consecuencia, se cambie nuestra conducta hasta hoy pasiva, temerosa e insegura, y por ende se puedan dar los cambios necesarios en nuestro devenir histórico. No apelo a la violencia física, sino al coraje cívico y democrático, aplicando con firmeza la máxima papal de Juan Pablo segundo de: “No temáis”.

Llevo en mi pecho el dolor de la madre y la rabia del padre, la congoja del pueblo y la angustia silente por la incertidumbre del rumbo errado y la inminencia del peligro, y me duele porque, como dijo Andrés Eloy Blanco en su poema Los Hijos Infinitos: “Cuando se tiene un hijo se tienen todos los hijos del mundo”


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