lunes, 6 de abril de 2015


ALOPATIA VERSUS MEDICINA INDIGENA.

Acabo de ver un video de un agricultor canario llamado Josep Pàmies, con sumo interés, y no aprecié que el agricultor se ofrezca como médico, ni que haya dicho que no a la alopatía. Sólo dijo que ante enfermedades extrañas o de nueva erupción y propagación, antes de que se transformen en pandemias y epidemias, como el Ebola, Gripe Aviar, y otras, se debería mirar en aquellas aldeas de indígenas, donde se han venido usando desde milenios plantas empleadas por sabios naturales, chamanes, brujos o como les llamen, y que son aldeas donde no se reproducen esas amenazas,  como sí ocurre en otras y en ciudades en el mundo, y él opina que es debido al uso de alguna planta que allí se da y que esos sabios conocen y emplean con aciertos, en sus tratamientos exitosos y con los cuales mantienen a raya esas enfermedades, hoy de nuevo cuño en el mundo. Que el èbola se inició en los 70s del siglo pasado y ya se conocía. Que ahora, los EUA han patentado el ebola; pues, lo tienen previsto como posible arma bacteriológica y deben controlar todo acerca de ella.

Lo que él ofrece son remedios muy simples, como la Artemisa, la Plata Coloidal, la Garcinia Kola y hasta el agua de mar, asequibles a todo el mundo; pero, que las grandes cadenas farmacéuticas, y laboratorios científicos, no aceptan que este conocimiento se promueva y divulgue, porque compiten contra las soluciones que ellas están trabajando, usando precisamente esas mismas plantas.  De hecho, ha dicho que de una de tales plantas, por ejemplo el laboratorio Novartis ha extraído el agente activo y lo vende con un nombre rimbombante de medicina de blancos o alopática. Yo agrego, que eso pasa con la aleta de tiburón. Aprovechando que se dice que el tiburón no adquiere tumores ni cáncer porque encapsula cualquier elemento que le ingrese a su cuerpo y que trate de afectarlo. Su poderoso sistema inmunológico no lo deja crecer o hacer metástasis y, por eso, como no saben todavía cuál es el elemento activo, entonces disecan la aleta y la muelen y producen el medicamento en polvo que la gente toma, aunque sea de sabor malísimo y que parece aparentemente tiburón crudo.

En realidad, todas las medicinas alopáticas provienen de la investigación química de los elementos activos de una planta que produce un efecto medicinal; es decir, primero es la planta, luego el remedio del laboratorio que lo sintetiza y mete en capsulas, pastillas, o inyecciones. De tal manera, que el pendejo del brujo, quien tiene años curando con ellas, queda descalificado, amenazado y prohibido de seguir curando a su pueblo, hasta tanto llegue el avión de Cruz Roja, con las medicinas alopáticas en fase de prueba, para después venderlas al mundo. Usando a esos indígenas de conejillos de indias.

Según este agricultor, uno mismo puede adquirir esas semillas y procurarse sus propias medicinas, tomando los tés que toman esos pueblos indígenas, donde la planta ha probado empíricamente ser muy buena, solamente por la observación de indígenas inteligentes y observadores, quienes se transmiten ese conocimiento de boca a boca, de padres a hijos, en  las familias donde el abuelo y el padre han ejercido, y nace un chamán heredero.


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