El gran sacudón
Antier volví a ver la película “El Derecho de Nacer”,
ambientada en Santiago de Cuba y La Habana, y volver a esperar a que Don Rafael
hablara, sumido en medio de la embolia que le había causado el reencuentro con mamá
Dolores, cuyo disgusto expresado en crueles y duras verdades le produjo el sacudón
que le postró durante un sinnúmero de capítulos en su versión radial, que no en
la de la película - por razones obvias-
y sorprenderme de su brutal coincidencia con las anunciadas medidas que tomaría
el gran hermano y que nos revelaría hoy 1º de mayo.
El caso es que, sin mayor pudor ni recato, el tipo se fue pa`
la Habana (por desgracia para volver)
a consultarse con el babalao mayor y lo encontró como Don Rafael, desnudo ante
las crueles verdades de la vida, sumido en su reencauchada embolia que le
excusa de decir barbaridades e incoherencias, como aquella de que el socialismo
es puro comunismo, rematada con un lapidario “así de simple” como para
que nadie se atreva a agregarle ni quitarle nada.
Por estas calurosas latitudes, nos aguantamos con aire
acondicionado culposo, encendido para compensar, a duras penas, las penas de
nuestro martirio, en 51 grados de sensación térmica en el oeste, con humedades
bochornosas que lamen nuestros rostros con salivosa lujuria.
Ni un dejo de vergüenza en su regordete rostro cachetipegado
al del hermanito del grande ídem, ya tan vejucòn como éste, contemplando desde
el balcón a la multitud que celebra un día que no significa nada para quien no
tiene empleo, aunque sí mucho trabajo. Mientras
tanto, aquí esperamos el coletazo de los ofrecidos ajustes de las placas teutónicas,
las cuales fueron capaces de resbalarse y sumir a Nepal en uno de los más
cruentos terremotos de su historia; pero, que aquí no llega ni a meneíto suficiente
para ganarse el premio de la mesa que más aplauda para que le manden, le
manden, le manden “la niña”. Es que, según dicen, la niña viaja en hercúleos
aviones cuerpo ancho, tan ancho como las voluminosas caderas de jineteras, con
soles que ya no alumbran porque están opacos del blanquecino polvo del camino.
30 % en dos partes, como deuda de turco, y lo que mi
calenturienta mente esperaba, en arranque de ingenua esperanza, era que al fin
Don Rafael dijera que de ahora en adelante no se aumentarían más los salarios
sin antes aumentar la producción, que se modificaría el control de cambio, paso
a paso hasta eliminarlo; pero que, se usarían
los dólares actuales, y por llegar, para aumentar la producción de bienes y
servicios para exportar, que se le meterían dólares a PDVSA para repotenciarla
e incrementar la producción de barriles diarios y que se apoyaría a la
industria nacional, abrazados al brillante empresario que nos pone una arepa con
mantequilla en la mesa todas las mañanas a cada venezolano.
Pero no, eso sí que sería un sacudón, no eso de aumentar el salario
un 30 % cuando la inflación promete alcanzar los tres dígitos, hacia la mitad
de la segunda centena, para finales del 2015. Lo definitivamente anunciado sonó
con sordina a lo Buena Vista Social Club, como platillos de corcho y no con la
sabrosura y el gusto de Compay Segundo en Chan Chan. Es que Don Rafael definitivamente
no habló, sino que susurró el nombre del padre de Albertico Limonta en el oído de
su hija, ahora monjita de clausura, como la clausura anunciada de la empresa
del oso del caribe.
Me siento a pergeñar algunas letras para rumiar mi estupefacción,
cuando el Messenger me trae la cita al reencuentro con un blog de amigo
brillante, quien nos recuerda las angustias del extravío de una regla, y asumo que debe ser la regla de oro de una
democracia, si no pérdida, extraviada en el suspenso de un anuncio que le susurraría
al oído Don Rafael, quien parece que esta vez tampoco habló.
Su estilo jovial e inteligente dice las mas duras verdades...felicidades!!!!
ResponderEliminar