jueves, 10 de marzo de 2016

A LOS ESCRITORES Y A MIS LECTORES


Digamos, pues, con el poeta José Joaquín Burgos, Cronista de Valencia, que “la función del escritor es la de narrar, describir, juzgar, refutar, aplaudir o condenar lo que ve o vive; observar sus sueños y los de los demás”.

Camino por ese andarivel hace rato,  con pasos tímidos unos,  audaces otros; pero, siempre soñando, con mi mirada hacia adelante buscando "hacer camino al andar"  bien sea que trajine "la senda por donde han ido los pocos sabios que el mundo han sido"  o para descubrir,  cómo Ulises, mis propios mundos.

Se puede escribir muy bien o muy mal y,  en consecuencia , hay muy buenos y reconocidos escritores, como algunos escribidores que apenas pergeñamos algunas humildes o modestas  palabras,  en esa labor tan difícil y compleja de encontrarnos y transmitir lo que pensamos y sentimos en esa búsqueda existencial.

No sé por qué escribo ni cómo ni a quien escribo.  Soy, en este respecto, un escritor ingenuo, así como existen pintores ingenuos. ¿Mi escuela? , la de mi casa, la de mis genes y el legado de mi historia y cultura, la de la noble ciudad  a la que llegué por la ruta del corazón, como bien dijo Lucas Guillermo Castillo Lara, y me dejó anclado a unos ojos que relucen sus verdiamarelos destellos que me endulzan mis Auroras.

Por la gracia de mis mentores emprendo la singladura del oficio,  bajo la orientación de sabios escritores porteños que me abren sus brazos.

Cada día me sumerjo más  en las aguas del intelecto, sin más salvavidas que mi voluntad y la constancia,  como la disciplina que me inculcaron ellos y mis limitaciones. Lucho contra estas últimas con tenaz empeño. Leo y escribo y público mayormente, hasta ahora, en versión digital, con algunos escritos en diarios impresos que me han otorgado una modesta presencia.  No tengo la confianza para hacerlo en impreso y eso me resta.

Debo arriesgarme y salir a la arena movediza de la opinión; pero, en forma permanente en la hoja limpia del libro. Con el difícil escenario que igual te salva o te destroza y no con la fácil levedad de lo virtual que se difumina en las tecnologías, sino en ese riesgo permanente de que alguien encuentre tus palabras vagando en el papel y las ataque o se encare y se abrace contigo y te rescate. 

Gracias señor por hacerme escritor, aunque mi pluma no sea genial ni mi tinta inmortal. Mi pensamiento y mi corazón están con quienes me perdonan mis madrugadas de locura y hojean mis trazos.

Ilumíname señor y permíteme brillar con esos nobles ancianos que me acogen con generosa amistad , que me dejan estar a su lado  y me dejan beber de su savia.

Dios bendiga a mis colegas de la noble Asociación de Escritores Carabobeños  (AECA) y me permita no defraudar su confianza.



Gracias colegas y amigos!


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