INTERÉS
COMPUESTO E INFLACIÓN
Cuando a Warren Buffet se le preguntó sobre cuál era el factor más
determinante para su gran éxito al invertir, su respuesta fue que lo logró gracias
al "interés
compuesto". Durante más de seis décadas ha aplicado esta fórmula
casi perfecta y gracias a ella se ha convertido en uno de los hombres más ricos
e influyentes en el mundo empresarial. El interés compuesto es su regla de oro, sobre la cual ha venido predicando durante seis décadas y que, además de otros
factores, lo ha convertido en el hombre multimillonario que es hoy.
El interés
compuesto, del que hace gala Warren Buffet, representa la acumulación de
intereses que se han generado en un período determinado por un capital inicial o principal a una tasa de interés, durante
periodos de acumulación, de modo que los intereses que se obtienen al final de
cada período de inversión no se retiran sino que se reinvierten o añaden al
capital inicial, es decir, se capitalizan.
Einstein por su parte sostenía que “el interés
compuesto es la octava maravilla del mundo”
La inflación, por su parte, es el efecto del incremento de los precios derivado del
hecho que en el mercado no existe la cantidad suficiente de bienes y servicios
que la sociedad demanda en un cierto momento y, paradójicamente, existe abundante circulante en manos de la demanda
final, lo que significa que el aparato productivo está deficiente por
cualquiera de sus causas, y el dinero circulante no es capaz de pagar los altos
precios que la oferta fija para adquirir los bienes y servicios que el
ciudadano necesita. El dinero simplemente deja de tener poder adquisitivo. Se
le vuelve sal y agua. La irresponsabilidad del gobierno es aumentar los
salarios para crear la falsa impresión de mucho dinero en la calle, al tiempo
que con su régimen invasivo y totalitario, propio del socialismo y
ulteriormente del comunismo, destruye el aparato productivo y, por ende,
desaparecen del mercado los productos. Esta es la tormenta perfecta de la
superinflación. Estanflación le llaman, porque conviven simultáneamente la escasez
con la inflación y el estancamiento de la economía.
El problema consecuente es que las
personas tienen su dinero en ahorro ganando intereses compuestos; pero, la
inflación es superior a dicho interés y con el paso del tiempo tienden a
descapitalizase, en lugar de capitalizar, que es el fin del interés compuesto.
Vale decir que el interés compuesto es contrario a la inflación o que ésta
conspira contra la octava maravilla del mundo.
En Venezuela, muy a nuestro pesar e impotencia -como indignación- está ocurriendo ese fenómeno, unido al hecho de que ya no hay billetes en los bancos, léase papeles moneda, y esto hace que el vía crucis sea aún mayor.
Necesariamente, hay que hacer un alto
para analizar y comprender y aceptar las causas que han hecho que esto haya
ocurrido y corregirlas de raíz, de manera estructural y no con pañitos
calientes coyunturales, y esas causas
son, fundamentalmente, el modelo
económico adoptado a raja tablas por el régimen castro comunista en su visión
atrasada de la economía, en el cual una visión decimonónica y romántica, propia
de descerebrados, hace que se tomen decisiones de política económica que
destruyen el aparato productivo y entonces se cierra el círculo vicioso antes
descrito, la tormenta perfecta que trae como consecuencia que estemos como
estamos, sin alimentos, sin medicinas y comiendo de la basura.
Debemos reaccionar de inmediato y
terminar con ese modelo y cambiar esos hombres que creen en él, sustituirlos
por otros, idóneos, preparados y con una visión moderna y científica, hay que cambiar
modelo y líderes, traer nuevos hombres y un nuevo modelo, que devuelvan la
capacidad productiva del aparato industrial venezolano. Que se produzcan con eficiencia
y productividad, los bienes y servicios que la sociedad demanda y que, en
paralelo, se remunere al trabajador de la manera justa y equitativa, para que
pueda adquirir lo que necesita para cubrir su canasta básica y ahorrar y, si
quiere, invertir. No más dádivas humillantes y vergonzosas, con fines de
dominio y control social.
Este es el círculo virtuoso de la
riqueza, el cual permite crearla para después poder distribuirla.
No hay que seguir buscando a Dios por
los rincones, inventando el agua tibia y aplicando formulas probadamente
fracasadas. El sistema económico de libertades, como lo contempla nuestra constitución
en su capítulo VII, artículos 112º al 118º, ambos inclusive, parece ser lo sensato
y lo más conveniente. Un sistema donde se respete el estado de derecho, se
garantice que la inversión nacional e internacional encontrarán fomento y
estimulo, con reglas claras, con estabilidad y seguridad jurídica, que el
empresario podrá aplicar su creatividad e ingenio para producir, con lo cual
generará empleos bien remunerados, con seguridad social (salud y pensiones) y
el estado podrá entonces cumplir sus funciones en las áreas que le son de su
competencia, atribuciones y responsabilidad.
Por supuesto, para salirle al paso a
quienes pregonen su desprecio al capitalismo, y ofenden a la disidencia
llamándolos apátridas, neoliberales, etc., por el mero hecho de disentir, hay
que contemplar y aceptar un cierto grado o dosis de intervención del estado en
la economía, para garantizar que el capital no se imponga sobre el trabajo y se
puedan así armonizar las fuerzas del mercado. La fórmula de oro es “Tanto
estado como sea necesario y tan poco como sea posible”.
El estado tiene la función reguladora y
estabilizadora, para lo cual debe contar con un Banco Central profesionalmente
dirigido, el cual cumpla con su función básica, como es la estabilidad de los
precios, controlando las corrientes de bienes y servicios versus la monetaria,
para equilibrar los precios en un valor óptimo, manteniendo así el valor de la
moneda nacional.
Todo eso es lo que se ha destruido en
estos casi 20 años. Por eso, voy a optar
la asamblea legislativa de mi estado, para legislar, para controlar y
para debatir estos aspectos y asegurarle a los carabobeños la mayor suma de
bienestar y felicidad posibles, con respeto a sus derechos, con eficacia,
efectividad y eficiencia.
Hemos perdido 20 años y estoy seguro que
con los debidos toques de timón y con un buen capitán se puede enrumbar esta
nave al puerto seguro del progreso y del desarrollo económico que tanto
aspiramos.
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