LOS DERECHOS HUMANOS
SON CONQUISTAS DE LA HUMANIDAD
Los tratados relativos a los DDHH no necesitan de CONVERTIBILIDAD,
que es el proceso mediante el cual los otros tratados deben ser sometidos a los
parlamentos, congresos o asambleas generales de los países, para su aprobación
e incorporación como instrumentos jurídicos de sus legislaciones internas.
Pasan automáticamente a la legislación interna de los países. En el caso de
Venezuela, la propia constitución así lo establece.
De tal manera que, La Carta Democrática de la OEA, que
es una evolución positiva del concepto de LEGITIMIDAD DE ORIGEN,
requerida para los mandatarios de los países, quienes deben ser electos por
votación popular, en comicios libres y transparentes, se transforma en LEGITIMIDAD
DE EJERCICIO o de desempeño para, precisamente, ampliar la protección
de los ciudadanos ante el poder del estado, este último representado por los
gobernante electos, quienes en su desempeño olvidan los valores y principios
democráticos y violan sus constituciones, abusan y cometen desmanes en contra
del pueblo.
La OEA actúa para reforzar ese maravilloso tratado o
acuerdo sobre derechos humanos, como es la Carta Democrática, no actúa como
injerencia, capricho o puntadas de cualquier poderoso a título individual e,
incluso, debe atenerse a lo que taxativamente contempla la carta acerca de
cuáles son esas violaciones, no lo deja al albedrio de los representantes
permanentes. Por tanto su actuación es resultado de su competencia,
atribuciones y obligación derivada de la firma que los 34 países del continente
americano hicieron para aprobar dicho instrumento.
Ningún país del Sistema Interamericano puede desacatar
lo contenido en la Carta democrática, ni aun saliéndose de la OEA. Sería como
argumentar que Cuba, por no estar en la OEA, está exenta de lo contemplado en
la carta y, en consecuencia, está autorizada para violar los DDHH de sus
ciudadanos. Por supuesto que para salirse de la OEA, el pueblo debe ser
consultado.
Constituye una soberana tontería, además de expresión
más palmaria de ignorancia supina, la amenaza de la canciller, en nombre de
Venezuela, de retirarse de la OEA para desconocer las decisiones emanadas de
ese organismo internacional del cual nuestro país forma parte, además de un
reconocimiento de que lo informado por el secretario general Almagro en sus dos
informes presentados a la asamblea, es no sólo valido y cierto, sino que la
situación ha empeorado, a un punto tal que el país en entredicho por la
organización ha incrementado sus maltratos y violaciones al máximo de crueldad
y que, apelando al expediente trillado de la injerencia imperial, desea
escabullirse de sus responsabilidades, para salvarse de las inexorables
consecuencias jurídicas que le esperan. Las responsabilidades por los crímenes
contra los DDHH son imprescriptibles.
Olvida la canciller que Rómulo Betancourt fue el
impulsor de la doctrina bautizada en su nombre, misma que establece el
desconocimiento a gobiernos que arriben al poder por vías no democráticas o que
sean dictadores o tiranos y se desempeñen en clara violación de los
valores y principios de la democracia representativa.
No es la Carta Democrática el único instrumento que ha
evolucionado con respecto a los DDHH, El Estatuto de Roma es otro que pende
como Espada de Damocles sobre la cabeza de los líderes del gobierno del régimen
castro comunista venezolano. Este estatuto sale al paso a la antigua y
desgastada excusa de la "! Obediencia Debida!", esgrimida
por los subalternos al cumplir órdenes violatorias de los DDHH emitidas por sus
superiores.
Baste con recordar la Matanza de My Lai, que fuera una conocida
masacre de civiles que perpetró una unidad militar del Ejército
de los EUA durante la Guerra de Vietnam. El 16 de marzo de 1968, las
tropas de Estados Unidos lanzaron una operación en la región de Son My en la
búsqueda de vietcongs. Al segundo teniente (equivalente a alférez)
Williams Law Calley y su sección le fue asignada la zona My Lai 4. Al
llegar a la zona de aterrizaje los helicópteros dejaron a los soldados y se
desplazaron a la posición de espera. A lo largo de cuatro
horas, Calley y sus hombres violaron a las mujeres y las niñas,
mataron el ganado y prendieron fuego a las casas hasta dejar el poblado
arrasado por completo. Para terminar, reunieron a los supervivientes en una
acequia y los mataron.
Los pilotos y artilleros vieron cómo
Calley disparó su arma contra los prisioneros y ordenó a sus hombres que
hicieran lo mismo, hasta matar a todos los habitantes de la zona (es decir,
ancianos, mujeres y niños). Por "defectos" en la investigación, no se
sabe la cifra exacta de asesinados, pero se estima que debió estar entre 347 y
504. El militar estadounidense retirado Larry Colburn, quien a
los 18 años de edad se enfrentó con sus compañeros de armas para intentar
impedir la matanza, falleció el 17 de diciembre de 2016 a los 67 años de edad
como consecuencia de un cáncer de hígado, según informó su esposa, Lisa, al
diario estadounidense 'The New York Times'. Su acto de heroísmo fue
recompensado con la Estrella de Bronce, un reconocimiento que paradójicamente
se reserva a soldados que han demostrado su valor ante fuego enemigo.
El fútil argumento de
defensa del teniente Williams Laws Calley fue que había cumplido la orden que
le dieron, la cual podía resumirse en la frase de su superior al ordenarle que
debía destruir “todo lo que vuele, camine o se arrastre”. ¡Que él había hecho
exactamente eso.!
Calley fue acusado el 5
de setiembre de 1969, de seis cargos de asesinato premeditado, siendo hallado culpable. Richard
Nixon le conmutó la sentencia 3 años más tarde.
Para el Estatuto de Roma, es tan
responsable quien da la orden, como quien la ejecuta. En tal
sentido, el gobierno venezolano y sus secuaces, cualquiera sea su
cargo o posición si es civil, o cualquiera sea su grado, clase o empleo si es
militar, dentro de esta oprobiosa suerte de cadena de depredadores de los DDHH
de los venezolanos, deberían pasearse no sólo por lo establecido en la señalada
Carta Democrática de la OEA, sino por el Estatuto de Roma
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