miércoles, 6 de septiembre de 2017

EL COMPLEJO ENCANTO DE LA VIRTUALIDAD

¿Hasta  qué punto lo virtual supera lo real? La sociedad venezolana ha sido llevada un grado de alienación que no sabe distinguir entre una y otra, lo virtual o lo real.

Así vemos cómo vivimos en una realidad presente llena de vivencias inauditas, mientras nos hacen ver una realidad tan sólo existente en las mentes de los líderes del régimen que las pregonan, quienes nos la “venden” a juro, entre eslóganes y clichés vacíos, que no aguantan una verificación científica social, ni histórica. La virtualidad parece ejercer un encanto sobre la masa, y es muy complejo salir de sus redes.

Ya lo decía Goleman, lo que existen son las emociones, de la palabra motere o movimiento, que son las que subyacen desde nuestros inicios de primates, encerradas en la médula oblongata, y de la cual se desprenden como perros amaestrados a atacar los estímulos que nos hieren, asustan o retan, para permitirnos sobrevivir, aunque luego debamos someter todo a revisión, para poder avanzar. Mientras que en la neocorteza residen los pensamientos, que no son más que emociones racionalizadas. Por tanto, lo que existen son emociones, crudas y racionalizadas.

Así pasa con las organizaciones, existe una organización formal, y un virtual, la primera la legal y la segunda la que se “monta” sobre la primera y la oprime y no la deja avanzar.

Sucede igual con lo constitucional y lo que se monta sobre la constitución para imponer su sistema personal, al cual se busca darle visos de constitucionalidad, amparados en el concepto de poder originario del pueblo. Éste existe previo a la constitución y los poderes constituidos, es cierto; pero, cualquier asamblea constituyente solamente tiene poder y mandato para escribir una nueva constitución, la cual ingrese los desarrollos evolutivos de la dinámica social y jurídica desde que se venciera la vigencia en la sociedad de la anterior constitución, mas no inventarse una virtualidad sui generis, para satisfacer sus visiones parciales,  por cierto ya superadas por la realidad evidente en el mundo, o tratar de imponerla como realidad, a su antojo. No basta con denunciar lo malo, sino apreciar correctamente si es que las normas no sirven, o es que los que no sirven son quienes las violan. Este es un principio fundamental del proceso de control. Por lo que es válido mencionar que no basta hacer las cosas bien, sino en escoger cosas buenas para hacerlas bien. Se puede hacer mucho daño haciendo bien lo malo, tanto como dejar de hacer lo que debe hacerse.

Debemos estar alertas para detectar cuándo lo uno y cuándo lo otro. Vivimos tiempos de confusión y dilemas, incluso de falsos dilemas, como el de las elecciones regionales, en los cuales se forjan dicotomías inexistentes, para forzarnos a una decisión apresurada, o a no tomar decisiones, que pudiera ser peor el remedio que la enfermedad.

Es en este túnel en el cual nos encontramos donde hace falta la luz de la lámpara de Diógenes, para no dejarnos embaucar por El Discreto encanto de la Virtualidad.


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