viernes, 25 de septiembre de 2015

 La Muerte de Calígula

Un amigo abogado me llama y me pregunta por la situación actual (como si yo tuviera más información o supiera más que él) y, de rompe, la compara con la muerte del emperador romano, tercero de la dinastía Julio-Claudia  y yo, menos romano y más marino, le digo que, a mi juicio, se parece más al hundimiento del Bismarck. Mientras el “botitas”, como le decían a Calígula porque de niño usaba las cáligas o botas de los legionarios, nuestro Calígula, para nada militar, y su régimen que sí lo es, en poder de múltiples armas las ordena emplear contra la disidencia a su gobierno, y como el Bismarck tiene un daño irreparable en la mar, en su timón, y no acierta a corregir el rumbo.

Todavía le quedan las turbinas y algo de petróleo para quemar y producir vapor, así como cañones; por lo que, ordena meterle quemadores más gruesos  a las calderas y dar velocidad, aunque sea para dar vueltas, porque no sabe, no quiere o no puede corregir nada, con lo cual no se aleja del mal, ni de su destino inexorable.

El daño al timón en el Bismarck fue causado por ataques de aviones torpederos Fairey Swordfish del portaaviones HMS Ark Royal. Un torpedo destrozó uno de los timones del acorazado alemán, lo que imposibilitó que maniobrara. Este torpedo, que por suerte, más que puntería, le dio en la popa, dañando los sistemas de gobierno, causó que el timón se quedara virado 12° a babor. En el caso de nuestro Bismarck, no fue un torpedo ajeno, sino uno que fuera “jorungado” por varios tripulantes propios, el cual le explotó en su interior y causó, para fortuna de sus enemigos, avería tan grave o peor que la del buque alemán. Pero, debemos estar alertas porque los buques aliados no tomaron en cuenta la capacidad de guerra del buque alemán, se engolosinaron y éste, en sus estertores de muerte, pudo causarles daños a algunos de ellos.

Uno se pregunta cómo es que un buque tan grande y bien construido, con tanto poder, fuera hundido por causa tan fortuita y no encuentra respuesta que no sea atribuible a la constancia y perseverancia y unión de los aliados, a la fe y a la providencia divina y su justicia.

Las maniobras de control de averías del buque alemán fueron las del librito para la época y uno no pudiera imaginarse que se hubiere ordenado abrir más el boquete o echarle leña al fuego, todo lo contrario, hicieron todo cuanto pudieron y no se resignaron como los tripulantes del Titanic, quienes de antemano se dieron cuenta de que el buque se iría a pique en dos horas, sino que siguieron aplicando lo que la doctrina naval del momento les indicaba y siguieron luchando (consiguieron arreglar el timón de estribor). Los buques aliados pensaron que al estar a la deriva no podrían realizar las soluciones al problema de tiro y se equivocaron algunos, al no prever sus repuestas de fuego. No obstante, se mantuvieron al acecho, dificultándoles las maniobras y complicándole al CIC alemán las soluciones, hasta que eventualmente, este fenomenal buque se hundió, y aun hundiéndose seguía siendo peligroso.

Los aliados dispararon más de 2800 proyectiles contra el Bismarck y acertaron más de 400; sin embargo, el buque fue encontrado por un investigador submarino y las teorías concluyen en que no fue hundido por el enemigo sino por los tripulantes, quienes habrían abierto las válvulas. Vale decir, cuando se vieron perdidos tomaron la decisión de hundir su nave orgullo de su flota y país.

Ojalá y éste (o éstos) no hunda al país con su suerte y podamos rescatar la nave para seguir adelante navegando a nuestro destino.

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