miércoles, 25 de marzo de 2020


LA PRIMERA SEMANA SANTA



LA PRIMERA SEMANA SANTA

En nuestra niñez veíamos un programa donde unos hombres viajaban al pasado (por cierto, casi nunca al futuro) en un túnel que giraba en espiral, como un remolino, y que lo mareaba a uno. Ya de adultos leímos “CABALLO DE TROYA” del escritor JJ Benítez (regalo de mi amigo, el Cnel. (Ej.) Pablo Rafael Machillanda Pinto y su esposa Mariela Espinosa, en mi cumpleaños 41), libro donde el famoso escritor, relata la vida de un presunto Mayor de la US AIRFORCE, astronauta de la NASA, quien es enviado al pasado en una máquina modernísima, equipada con lo último y secreto de la tecnología de punta, y en el que lo único que cambiaba era la calidad de la máquina con respecto al túnel de mi añejo programa de TV; así como el tema, que en este caso de Benítez está centrado en una investigación sobre la vida, pasión y muerte de Jesús de Nazareth.



Tanto el viejo programa de TV, como el novedoso libro, nos hablan del viaje a través del tiempo. En el libro es en una máquina espacial modernísima, mientras que en lo de la TV, era un mero artificio de efectos especiales.

En el referido libro, una máquina movida por una turbina de avión DC9 invertía los “swivels” o unidades cuánticas de masa y tiempo, con lo cual la materia se hacía invisible y el astronauta podía transportarse a voluntad en el tiempo, pudiendo seleccionar el momento para materializarse. La gente dentro de la capsula o “módulo”, que así le llamaban, podía entonces pasar a un estado de animación suspendida y desmaterializarse en un tiempo y materializarse en otro, sin que la nave se moviera, en la realidad, de ningún sitio, sino que permanecía suspendida en el lugar del despegue, como flotando a una altura determinada, insonora y transparente, por lo que no podía ser detectada por quienes ellos finalmente llegarían a investigar.

Adentro de la capsula permanecería un tripulante, como Centro de Control, grabando todo; mientras otro bajaba a investigar. Este “comando central” gozando de una super computadora, mantenía una comunicación mediante aparatos especiales con el explorador. Esta inversión del espacio cuántico nos dejó pensativos y así mismo nos emocionaba poder ser uno de esos dos hombres, quienes viajaban en el tiempo hacia Israel, para arribar durante la, ahora llamada Semana Santa, y poder ver en persona cómo vivía Jesús y cómo fue su Pasión y su Muerte.

El Mayor, quien bajaba a investigar, empleaba los adelantos de la época del futuro de la cual provenía; pero, de manera tal que no era descubierto por los ignorantes judíos, y cuando digo ignorantes, lo hago en el mejor sentido de la palabra, hombres normales viviendo en su época, a ser espiados por él. Estos dos hombres modernos iban al pasado, pero, tratando de observar o respetar el idioma original (arameo), los usos y costumbres, las monedas, vestimentas, sandalias, etc. de la época, y manteniendo contacto de comunicación entre ellos, uno explorando como espía premoderno (si es que uno pudiera acuñar este término), viendo y enviando datos y el otro con su computadora, asistiéndolo con las respuestas, ante dudas encontradas por el que estaba In Situ. El explorador contaba con una segunda piel o traje superespecial de una “nanotela” pegada de manera perfecta a su cuerpo, la cual lo protegía de los elementos y de posibles heridas por ataques, un bastón cuasi mágico y otros adelantos o “gadgets” a cuál más fantásticos, como un superhéroe de películas. Gadgets les llaman los gringos a los aparatos más recientes de sus tecnologías de avanzada y secretos. No obstante, ellos llevaban la orden de no interrumpir ni alterar el decurso normal o conocido por ellos de la historia. No podía intervenir en nada, solamente observar y recabar información in situ y, por supuesto, conocer a Jesús y seguirlo, “confundido” entre los apóstoles.

El caso es que, a pesar de sus éxitos en la misión encomendada por la NASA para esta aventura, dos cosas me llamarían la atención de esta maravillosa novela, mezcla de verdad y ficción, o invención de su autor, las cuales son:
1.    El hecho de que al regresar a su tiempo Jasón (el explorador a manera de Caballo de Troya), se envejecería aceleradamente hasta morir extemporáneamente (si es que uno pudiera morir en un instante distinto al que uno tiene dispuesto y si es que uno pudiera saber con antelación la fecha de su muerte). Con esto Benítez juega magistralmente con su conocimiento de la teoría de la relatividad de Einstein y el problema de los efectos que, según dicho genio, un cuerpo humano sufriría por viajar a altísimas velocidades, posiblemente la de la luz, con relación a otro cuerpo que viajare más lento al cruzar ambos un mismo espacio determinado. El más rápido experimentaría un envejecimiento acelerado, comparado con el que viajó más lento. Como bien lo reza dicha teoría “El tiempo no es el mismo para dos cuerpos que viajan a diferentes velocidades”. La clave de la teoría es el tiempo.

2.    Que Jesús logró  detectar” en tiempo real, que el tal Jasón - quien se hacía pasar por un comerciante extranjero de la época, en viaje por Israel – era un hombre del futuro relativo de Jesús entonces, y que éste, a diferencia de los judíos normales, quienes no percibían nada en ese rico comerciante extranjero, al mirarle fijo a los ojos, le hizo un guiño cómplice,  y le dijo : “Jasón, Oye bien, para que lleves el mensaje a tu gente”, con cuya profunda mirada (que le heló la sangre y le cimbró para la continuación de su vida en el país del futuro de dónde venía)  Jasón entendió en esa mirada y guiño de ojo divino, que el mensaje iba dirigido no a su gente de la época de la cual él suplantaba ser (año 33 DC) , sino a la de donde él provenía  en el siglo XX.

Con esto la figura de Jesús, a quien se le describe al detalle en su dimensión humana, revelando costumbres y usos de la época, lo que hace que el libro, hasta allí, le haga pensar a uno que se le rebaja a su condición meramente de un ser humano más, nacido de mujer como cualquiera, recobre su sentido divino de hijo de Dios, engendrado por el Espíritu Santo, y salvador del mundo.

Este, para mí, es el gran logro del trabajo de Benítez, el cual de otro modo es una literatura que no debe confundir al cristiano, porque no es seria ni real, todo es ficticio, un invento simpático o travesura literaria, de películas, como las del exorcista y otras, es que reta en primer lugar la versión de Jesús hombre y no Dios de los ateos, quienes no creen en la trinidad, ni en nada de la versión creacionista y se reducen a la percepción biológica científica de un Jesús hombre, en segundo lugar, contrasta la negación absoluta de los nihilistas y,  por último,  desmonta la presunta imposibilidad de la mente humana, según los agnósticos, para comprender la grandeza de Jesús y su concepción divina por el espíritu santo en la siempre Virgen María.

Benítez, quizás sin proponérselo, hace prevalecer la de Jesús como miembro indisoluble y sine equanom de la santísima trinidad. Esta última es la que, en la novela, vence en esta tricotomía y así Benítez rescata la primera semana santa en su valor originario, real y maravilloso. Ofrece al lector un viaje imaginario a Jerusalén en tiempos de Jesús hombre en su año 33.  

Hoy, en ésta, nuestra accidentada cuaresma del siglo XXI, amenazados de coronavirus, volvamos como Jasón a buscar la vida, pasión y muerte de nuestro señor Jesucristo y ojalá y comprendamos la grandeza de su primera venida al mundo a darnos su doctrina de Amor y Perdón, a redimirnos de nuestros pecados y aceptar su sacrificio en la cruz para salvarnos para la vida eterna.

Con profunda y serena fe cristiana...

Eddy Darío Barrios Orozco


1 comentario:

  1. Capitán, excelente reflexión. Le comento que comencé a leer ese libro, y realmente J.J.Benítez es un magnífico escritor. Sin embargo el libro lo cerré mucho antes de terminar, sencillamente porque me estaba creyendo el contenido. Y sinceramente, prefiero atenerme a lo contenido en la Biblia, y no a lo escrito por un hombre, en cuanto al relato de la Pasión y muerte de Cristo. Su reflexión al texto está muy bien. Lo felicito.

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