martes, 14 de febrero de 2017

ESTADO DE DERECHO  versus  ESTADO DE DERECHO Y DE JUSTICIA

Este 7 de febrero 2017 regresaba de Caracas, de despedir a mi hijo quien emigró como cientos de miles de jóvenes venezolanos, se fue recién graduado de Contador Público y recién casado con una hermosa e inteligente mujer de buena familia, mi “siera”, también profesional, Licenciada en Relaciones Industriales. Conservaba el sabor de los abrazos y besos, como de las lágrimas que derramé sobre sus mejillas apretadas contra las mías.

Para orientarnos en la ruta encendí la radio y seleccioné 103.9 FM, una emisora de la Victoria en el Estado Aragua, la cual era la emisora matriz de una cadena que lo acompañaba a uno con buena música, informaciones útiles acerca del tránsito, accidentes y trancas asociadas, y otras, por todos los estados colindantes. Uno salía de Caracas y, gracias a esa cadena de emisoras privadas del mismo consorcio, podía uno ir acompañado toda la ruta de Caracas a Valencia. Ahora, sólo se recibe mientras uno está en el territorio del estado Aisàmico de Aragua; porque, el régimen cortó esa cadena, aduciendo que su línea editorial era de marcado corte opositor. La excusa utilizada fue que eso era monopolizar las comunicaciones.

Lo cierto es que motivado a la apertura del periodo judicial 2017, el TSJ estaba encadenado, no monopolizando las comunicaciones por supuesto, no señor. Traté infructuosamente  de cambiar de estación y todas las emisoras estaban  “encadenadas” y lo único que oía eran los discursos inflamados y aplausos a rabiar a cada dos párrafos y cada 10 mega hertzios, por eso me devolví al 103.9 FM y me dije, “si me lo voy calar, al menos que sea en la emisora de La Victoria”, en una solidaridad inocente y pendeja; porque, ahora también es “revolucionaria” aunque sigue siendo útil. El audio era deficiente, porque no está en la modalidad anterior, sino que se oye bien solamente dentro de su alcance local del estado. Por eso perdía detalles; especialmente, cuando llegué al punto límite de su rango de potencia de transmisión.

En resumen, pude escuchar primero el fastidioso y peor leído discurso de una dama de apellido Gutiérrez, al llegar a casa descubro que es Gladys María Gutiérrez Alvarado, la actual presidente del Tribunal Supremo de (in) Justicia de Venezuela. Su discurso fue muy entrecortado y no por las ondas hertzianas, sino porque, al parecer, no podía leer lo que le preparó o le prepararon sus asesores, lo cual se estila y no es nada malo. Pensé que era así quizás porque no pudo practicarlo. Estuvo lleno de clichés y cuentas del gran capitán, adicionando con orgullo desmedido su proeza de “haber controlado” a la AN, culminando con su idea central: “El Poder Judicial se ha refundado al servicio del pueblo venezolano
Luego habló un caballero cuyo nombre no pude de momento identificar y que luego averigüé fue el vicepresidente de la sala constitucional, quien se esforzó en establecer una forzada como caprichosa comparación entre el concepto de Estado de Derecho de la IV República, por supuesto demoniaco e ineficiente, versus el excelente, justiciero, redentor y bondadoso Estado de Derecho y de Justicia revolucionario. Como no soy abogado (sé que me arriesgo a que mi compadre, quien sí lo es, me lo repruebe) pudiera no haber comprendido bien; pero, asumo el riesgo e igual se van a calar mi sinopsis de tal pieza magistral.

Antes, les extracto los significados, según el diccionario, de Derecho y de Justicia:

DerechoSe entiende por derecho al conjunto de normas de carácter general que se dictan para dirigir a la sociedad a fin de solventar cualquier conflicto de relevancia jurídica que se origine; estas normas son impuestas de manera obligatoria y su incumplimiento puede acarrear una sanción. O sea, para juzgar debe existir un cuerpo de normas, escritas o no, y los delitos deben estar contemplados como tales en el contenido de dichas leyes. Eso se conoce como “Aplicar el estado de derecho” no juzgar por el arbitrio del juzgador, a su mejor y más sabio entender.

Justicia: La palabra Justicia proviene del latín Justitia que significa justo. La justicia es un concepto que se empezó a emplear años antes de Cristo, para manifestar la equidad ante un juzgado y un verdugo que dictaba condena, justa o injustamente, así pues, fueron creándose los cimientos de un concepto que se ha elaborado y diseñado para cada cultura de una manera diferente. De forma concreta, podemos asegurar que la justicia es una constante y perpetua voluntad de dar a cada uno lo que le corresponde. Esta idea tan genérica cobra sentido en dos tipos de Justicia, la primera es la conmutativa, la cual se basa en un principio de reciprocidad, que exige dar en contraprestación, un equivalente proporcional, y la distributiva, que hace referencia a la solidaridad e igualdad entre todos los humanos, lo que es justo, lo que es para todos, debe ser repartido como tal para cumplir con este principio.

Como vemos, Derecho atiende a las leyes escritas, o derecho positivo y Justicia a la aplicación de las mismas para juzgar a los que violan esas leyes, y hacerlo con  equidad o dándole a cada uno lo que le corresponde.

Pues bien, según el enjundioso caballero, de un dejo revolucionario y popular evidente, Vicepresidente de la Sala Constitucional del TSJ, el estado de derecho a secas, estaba asociado al capitalismo salvaje y al neoliberalismo, era y es injusto, en esencia porque está sustentado en el imaginario teórico o valores del capitalismo y de la burguesía, como por las injusticias de las diferencias de clases. Que no se podía aplicar ese derecho burgués para juzgar por igual a una clase burguesa y privilegiada y a la otra, marginada y preterida, formada por los pobres. Que estos debían ser considerados por sus deficiencias en el acceso a los beneficios del estado, lo cual los mantenía en minusvalía jurídica y por tanto, había que compensarlos con el sistema de Derecho…. y de justicia inventado por la revolución. De paso, culminaba cada idea principal entre ovaciones en las cuales completaba la idea de que el sistema adoptado por la revolución era superlativamente mejor y más justo. Entiendo y agrego yo, que en este régimen de gobierno revolucionario existe y se respeta el estado de derecho, la separación de poderes, y la justicia funciona muy bien. Sin impunidad, ni presos políticos, ni torturas, ni nada malo. Que las sentencias salen “justas” y oportunas, no como en la cuarta.

Eso me creó una gran incertidumbre; porque no sabía si era que yo no entendía de  derecho y de justicia  (lo que no me avergüenza) o que quien no lo entendía era quien discurseaba y eso sería peor. La forzada dicotomía era que me dejaba el meta mensaje de que podía haber derecho sin justicia, y justicia sin derecho, o sin atenerse estrictamente al derecho. Es decir, si aplicamos el derecho, es posible que se sea injusto. Que si aplicamos la justicia, no importa si la aplicamos con un baremo correspondiente a la manera particular de juzgar a su arbitrio cada juzgador; pues, siempre se será justo porque aplicamos la justicia revolucionaria redentora.

Algo así como la diferencia entre árbitro de derecho y árbitro arbitrador conocemos por el estudio de los tratados para resolver conflictos limítrofes.  Entonces recordé mis cursos para Capacitado Aduanero (tengo una aduanera), donde aprendimos que la Ley de Aduanas es la única donde al administrador de la ley se le asigna un albedrio amplio con el que los corruptos e inescrupulosos de la cuarta podían asustar o disuadir a los agentes aduaneros con abrirles o no el contenedor, así éste tuviera un oficio de clasificación del organismo de Comercio Exterior, a menos que el aduanero (como pasaba antes, no ahora), se bajara de la mula para evitar el reconocimiento. Así mismo, recordé a mi profesor quien decía que la ley debe evitar darle albedrio al administrador de la misma, porque se convierte en peaje. No sé si refería a los dólares de Cadivi, dizque donde se los reparten entre enchufados, con todo el arbitrio del caso.

Los gitanos andaluces dicen, “Más te vale una vara de juez, que un kilómetro de justicia” o aquel que reza: “Si te acusan de robarte 100 millones de pesetas y eres inocente estas frito, no te salvas. Si te acusan de robarte la misma cantidad y eres culpable, eres libre”. Yo no sé, ellos sabrán por qué los gitanos tienen esos dichos. Eso debe ser solamente allá. Aquí no.

El derecho, según lo que entendí, se refiere al derecho positivo, así como se lee en frio en las leyes, sin otras consideraciones y que la justicia era la resultante de introducir en el análisis consideraciones para buscar las responsabilidades o culpas, pero con una suerte de atenuantes derivados de las injusticias que ese ciudadano pobre habría recibido en su vida, en este caso por las falencias de gobierno de la IV República.  La eterna lucha de clases. Allí recordé lo de “si tengo hambre y robo, es comprensible” y lo que decía Gonzalo Barrios “En Venezuela todo el mundo roba; porque no hay razones para no hacerlo”

En ese momento también recordé algunos dichos, tales como aquel de que “la justicia está escondida dentro del derecho”. O sea, el  derecho es lo normativo del derecho positivo y la justicia es la equidad no la igualdad, y consiste en asignarle a cada quien lo que le corresponde. Hasta allí me sonó medianamente interesante, aunque no pude tragármelo, o al menos me lo tragué por un ratico, y tuve que devolver los pedazos mal digeridos para hacerle espacio al sanduchito de pernil de La Encrucijada, la cual me quedaba a 20 kilómetros.

Me consolaba saber que algunos presidentes, como Caldera y no precisamente el popular Luis Herrera, quien era de alta cultura y tenía gustos más exquisitos aprendidos en su periplo de exilio por Europa, aunque su imagen especialmente prefabricada, precisamente para la campaña, fuera la que erróneamente conocemos. Ellos se dice y me apuntaba el camarero, se paraban allí a comerse su pancito con cochino cada vez que pasaban, eso me cuentan y no he tenido tiempo, ni oportunidad, de chequearlo con algunos de sus edecanes, a quienes conocí.

Con estos argumentos convencí a mi capitana de detenernos, ya que eran como las 4 pm y habíamos salido de Caracas sin almorzar. De lo que sí me enteré es que Luis Herrera no comía Toronto y sí doblaba billeticos de a cien y los tenía en sus bolsillos y, cada vez que le pedían, él les daba la mano y les dejaba caer uno con discreción. El presiente Caldera tampoco comía Torontos y sé, que se echaba su aperitivo de campara con jugo de naranja o el célebre “destornillador”, porque lo vi cuando me invitó, de Alférez de Navío, a almorzar con él en Miraflores.

El sándwich de la Encrucijada me costó Bs 5.900, antes (1970) lo pagaba a Bs. 2,50 y recientemente - hasta la explosión abrupta de la inflación revolucionaria -  costaba Bs.500. La cuenta esta vez fue de Bs.14.300, porque tomamos una bombonita de refresco. La propina fue de Bs. 1.500; o sea que, comer con la hermosa compañía de mi capitana me costó Bs. 16.000 (al menos, metimos los pies bajo la mesa, gozamos de un airecito acondicionado y de unos baños limpios). La atención muy buena del camarero, quien solía trabajar en “El Guracarumbo” de la carretera vieja o Panamericana, entre Tejerías y Caracas,  quien me dijo que me recordaba desde que yo era Alférez de Navío, lo que me sorprendió agradablemente.


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