ESTADO DE DERECHO versus ESTADO
DE DERECHO Y DE JUSTICIA
Este 7 de febrero 2017 regresaba de Caracas, de despedir a mi hijo quien
emigró como cientos de miles de jóvenes venezolanos, se fue recién graduado de
Contador Público y recién casado con una hermosa e inteligente mujer de buena
familia, mi “siera”, también profesional, Licenciada en Relaciones
Industriales. Conservaba el sabor de los abrazos y besos, como de las lágrimas
que derramé sobre sus mejillas apretadas contra las mías.
Para orientarnos en la ruta encendí la radio y seleccioné 103.9 FM, una
emisora de la Victoria en el Estado Aragua, la cual era la emisora matriz de
una cadena que lo acompañaba a uno con buena música, informaciones útiles
acerca del tránsito, accidentes y trancas asociadas, y otras, por todos los
estados colindantes. Uno salía de Caracas y, gracias a esa cadena de emisoras
privadas del mismo consorcio, podía uno ir acompañado toda la ruta de Caracas a
Valencia. Ahora, sólo se recibe mientras uno está en el territorio del estado
Aisàmico de Aragua; porque, el régimen cortó esa cadena, aduciendo que su línea
editorial era de marcado corte opositor. La excusa utilizada fue que eso era
monopolizar las comunicaciones.
Lo cierto es que motivado a la apertura del periodo judicial 2017, el TSJ
estaba encadenado, no monopolizando las comunicaciones por supuesto, no señor.
Traté infructuosamente de cambiar de estación y todas las emisoras
estaban “encadenadas” y lo único que oía eran los discursos
inflamados y aplausos a rabiar a cada dos párrafos y cada 10 mega hertzios, por
eso me devolví al 103.9 FM y me dije, “si me lo voy calar, al menos que sea en
la emisora de La Victoria”, en una solidaridad inocente y pendeja; porque,
ahora también es “revolucionaria” aunque sigue siendo útil. El audio era
deficiente, porque no está en la modalidad anterior, sino que se oye bien
solamente dentro de su alcance local del estado. Por eso perdía detalles;
especialmente, cuando llegué al punto límite de su rango de potencia de
transmisión.
En resumen, pude escuchar primero el fastidioso y peor leído discurso de una dama de apellido Gutiérrez, al llegar a casa descubro que es Gladys María Gutiérrez Alvarado, la actual presidente del Tribunal Supremo de (in) Justicia de Venezuela. Su discurso fue muy entrecortado y no por las ondas hertzianas, sino porque, al parecer, no podía leer lo que le preparó o le prepararon sus asesores, lo cual se estila y no es nada malo. Pensé que era así quizás porque no pudo practicarlo. Estuvo lleno de clichés y cuentas del gran capitán, adicionando con orgullo desmedido su proeza de “haber controlado” a la AN, culminando con su idea central: “El Poder Judicial se ha refundado al servicio del pueblo venezolano”
En resumen, pude escuchar primero el fastidioso y peor leído discurso de una dama de apellido Gutiérrez, al llegar a casa descubro que es Gladys María Gutiérrez Alvarado, la actual presidente del Tribunal Supremo de (in) Justicia de Venezuela. Su discurso fue muy entrecortado y no por las ondas hertzianas, sino porque, al parecer, no podía leer lo que le preparó o le prepararon sus asesores, lo cual se estila y no es nada malo. Pensé que era así quizás porque no pudo practicarlo. Estuvo lleno de clichés y cuentas del gran capitán, adicionando con orgullo desmedido su proeza de “haber controlado” a la AN, culminando con su idea central: “El Poder Judicial se ha refundado al servicio del pueblo venezolano”
Luego habló un caballero cuyo nombre no pude de
momento identificar y que luego averigüé fue el vicepresidente de la sala
constitucional, quien se esforzó en establecer una forzada como caprichosa
comparación entre el concepto de Estado de Derecho de
la IV República, por supuesto demoniaco e ineficiente, versus el excelente,
justiciero, redentor y bondadoso Estado de Derecho y de Justicia revolucionario.
Como no soy abogado (sé que me arriesgo a que mi compadre, quien sí lo es, me
lo repruebe) pudiera no haber comprendido bien; pero, asumo el riesgo e igual
se van a calar mi sinopsis de tal pieza magistral.
Antes, les extracto los significados, según el diccionario, de Derecho y
de Justicia:
Derecho: Se
entiende por derecho al conjunto de normas de carácter general que se
dictan para dirigir a la sociedad a fin de solventar cualquier
conflicto de relevancia jurídica que se origine; estas normas son impuestas de
manera obligatoria y su incumplimiento puede acarrear una sanción. O sea, para
juzgar debe existir un cuerpo de normas, escritas o no, y los delitos deben
estar contemplados como tales en el contenido de dichas leyes. Eso se conoce
como “Aplicar el estado de derecho” no juzgar por el
arbitrio del juzgador, a su mejor y más sabio entender.
Justicia: La palabra Justicia proviene del latín “Justitia” que
significa justo. La justicia es un concepto que se empezó a emplear años antes de Cristo, para manifestar la equidad ante un juzgado y un verdugo que dictaba
condena, justa o injustamente, así pues, fueron creándose los cimientos de un
concepto que se ha elaborado y diseñado para cada cultura de una manera diferente. De forma concreta,
podemos asegurar que la justicia es una constante y perpetua voluntad de
dar a cada uno lo que le corresponde. Esta idea tan genérica cobra
sentido en dos tipos de Justicia, la primera es la conmutativa, la
cual se basa en un principio de reciprocidad, que exige dar en
contraprestación, un equivalente proporcional, y la distributiva,
que hace referencia a la solidaridad e igualdad entre todos los humanos, lo que es justo, lo que es para todos, debe ser
repartido como tal para cumplir con este principio.
Como vemos, Derecho atiende a las
leyes escritas, o derecho positivo y Justicia a la aplicación
de las mismas para juzgar a los que violan esas leyes, y hacerlo con equidad
o dándole a cada uno lo que le corresponde.
Pues bien, según el enjundioso caballero, de un dejo revolucionario y
popular evidente, Vicepresidente de la Sala Constitucional del TSJ, el estado
de derecho a secas, estaba asociado al capitalismo salvaje y
al neoliberalismo, era y es injusto, en esencia porque está sustentado en el
imaginario teórico o valores del capitalismo y de la burguesía, como por las
injusticias de las diferencias de clases. Que no se podía aplicar ese derecho
burgués para juzgar por igual a una clase burguesa y privilegiada y a la otra,
marginada y preterida, formada por los pobres. Que estos debían ser
considerados por sus deficiencias en el acceso a los beneficios del estado, lo
cual los mantenía en minusvalía jurídica y por tanto, había que compensarlos
con el sistema de Derecho…. y de justicia inventado
por la revolución. De paso, culminaba cada idea principal entre ovaciones en
las cuales completaba la idea de que el sistema adoptado por la revolución era
superlativamente mejor y más justo. Entiendo y agrego yo, que en este régimen
de gobierno revolucionario existe y se respeta el estado de derecho, la
separación de poderes, y la justicia funciona muy bien. Sin impunidad, ni
presos políticos, ni torturas, ni nada malo. Que las sentencias salen “justas”
y oportunas, no como en la cuarta.
Eso me creó una gran incertidumbre; porque no sabía si era que yo no
entendía de derecho y de justicia (lo que no me
avergüenza) o que quien no lo entendía era quien discurseaba y eso sería peor.
La forzada dicotomía era que me dejaba el meta mensaje de que podía haber derecho
sin justicia, y justicia sin derecho, o
sin atenerse estrictamente al derecho. Es decir, si aplicamos el derecho, es
posible que se sea injusto. Que si aplicamos la justicia, no importa si la
aplicamos con un baremo correspondiente a la manera particular de juzgar a su
arbitrio cada juzgador; pues, siempre se será justo porque aplicamos la
justicia revolucionaria redentora.
Algo así como la diferencia entre árbitro de derecho y árbitro
arbitrador conocemos por el estudio de los tratados para
resolver conflictos limítrofes. Entonces recordé mis cursos para
Capacitado Aduanero (tengo una aduanera), donde aprendimos que la Ley de
Aduanas es la única donde al administrador de la ley se le asigna un albedrio
amplio con el que los corruptos e inescrupulosos de la cuarta podían asustar o
disuadir a los agentes aduaneros con abrirles o no el contenedor, así éste
tuviera un oficio de clasificación del organismo de Comercio Exterior, a menos
que el aduanero (como pasaba antes, no ahora), se bajara de la mula para
evitar el reconocimiento. Así mismo, recordé a mi profesor quien decía que la
ley debe evitar darle albedrio al administrador de la misma, porque se
convierte en peaje. No sé si refería a los dólares de Cadivi, dizque donde se
los reparten entre enchufados, con todo el arbitrio del caso.
Los gitanos andaluces dicen, “Más te vale una vara de juez, que un
kilómetro de justicia” o aquel que reza: “Si te acusan de robarte 100
millones de pesetas y eres inocente estas frito, no te salvas. Si te acusan de
robarte la misma cantidad y eres culpable, eres libre”. Yo no sé, ellos
sabrán por qué los gitanos tienen esos dichos. Eso debe ser solamente allá. Aquí
no.
El derecho, según lo que entendí, se refiere al derecho positivo, así como
se lee en frio en las leyes, sin otras consideraciones y que la justicia era la
resultante de introducir en el análisis consideraciones para buscar las
responsabilidades o culpas, pero con una suerte de atenuantes derivados de las
injusticias que ese ciudadano pobre habría recibido en su vida, en este caso
por las falencias de gobierno de la IV República. La eterna lucha de
clases. Allí recordé lo de “si tengo hambre y robo, es comprensible” y
lo que decía Gonzalo Barrios “En Venezuela todo el mundo roba; porque no hay
razones para no hacerlo”
En ese momento también recordé algunos dichos, tales como aquel de que “la
justicia está escondida dentro del derecho”. O sea, el derecho
es lo normativo del derecho positivo y la justicia es la equidad no la
igualdad, y consiste en asignarle a cada quien lo que le corresponde. Hasta
allí me sonó medianamente interesante, aunque no pude tragármelo, o al menos me
lo tragué por un ratico, y tuve que devolver los pedazos mal digeridos para
hacerle espacio al sanduchito de pernil de La Encrucijada, la cual me quedaba a
20 kilómetros.
Me consolaba saber que algunos presidentes, como Caldera y no precisamente
el popular Luis Herrera, quien era de alta cultura y tenía gustos más
exquisitos aprendidos en su periplo de exilio por Europa, aunque su imagen
especialmente prefabricada, precisamente para la campaña, fuera la que
erróneamente conocemos. Ellos se dice y me apuntaba el camarero, se paraban
allí a comerse su pancito con cochino cada vez que pasaban, eso me cuentan y no
he tenido tiempo, ni oportunidad, de chequearlo con algunos de sus edecanes, a
quienes conocí.
Con estos argumentos convencí a mi capitana de detenernos, ya que eran como
las 4 pm y habíamos salido de Caracas sin almorzar. De lo que sí me enteré es
que Luis Herrera no comía Toronto y sí doblaba billeticos de a cien y los tenía
en sus bolsillos y, cada vez que le pedían, él les daba la mano y les dejaba
caer uno con discreción. El presiente Caldera tampoco comía Torontos y sé, que
se echaba su aperitivo de campara con jugo de naranja o el célebre
“destornillador”, porque lo vi cuando me invitó, de Alférez de Navío, a
almorzar con él en Miraflores.
El sándwich de la Encrucijada me costó Bs 5.900, antes (1970) lo pagaba a
Bs. 2,50 y recientemente - hasta la explosión abrupta de la inflación
revolucionaria - costaba Bs.500. La cuenta esta vez fue de
Bs.14.300, porque tomamos una bombonita de refresco. La propina fue de Bs.
1.500; o sea que, comer con la hermosa compañía de mi capitana me costó Bs.
16.000 (al menos, metimos los pies bajo la mesa, gozamos de un airecito acondicionado
y de unos baños limpios). La atención muy buena del camarero, quien solía
trabajar en “El Guracarumbo” de la carretera vieja o Panamericana, entre
Tejerías y Caracas, quien me dijo que me recordaba desde que yo era
Alférez de Navío, lo que me sorprendió agradablemente.
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